Voy devorándote poquito a poco, suavemente. Tu boca es mi boca y
la mía tú propiedad, y nuestros labios confundidos se dejan llevar, perdidos en
el fuego de la pasión que nos consume.
Voy moldeándote despacito, pacientemente, como el artesano a la
noble madera.
Voy ajustando, milímetro a milímetro, mi piel a tu piel
absorbiendo la calidez de tu sangre cual parásito de tu cuerpo.
Voy dibujando con tenues pero certeros trazos cada curva y contra
curva, cada vericueto, haciendo caso a cada señal de desvío para no caer por el
barranco, como si fuera ascendiendo hacia el más alto y peligroso de tus
cerros, aunque con la seguridad de saber que es el camino que me llevará a la
gloria.
Voy sumergiéndome en las profundidades abismales de tu ser, lanzándome
de cabeza, sin temor y sin pudor, aún sin saber dónde acabaré, confiando
ciegamente en ti.
Voy copiando tus sinuosidades, escaneando tus movimientos,
atravesando tus túneles y encandilándome con las luces brillantes del final; y
si esa es mi muerte pues a tan dulce cerrar de ojos sin pestañear me entrego.
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