Afuera está gris, encapotado, inestable desde hace varios días. Las
nubes oscuras viajan pesadas y parsimoniosas como sombríos elefantes amaestrados;
seguramente continuará lloviendo con la calma y la constancia con que lo ha
hecho hasta ahora. Me caen bien los días grises y lluviosos, tal vez por ese
algo de inspiradores con que cuentan, aunque ya deseo que el sol muestre la
cara. Estoy sumergido en el silencio y la monotonía adormecedores del horario
de la siesta en la oficina. El face no me trae una mísera novedad, el correo
tampoco, no hay nadie interesante conectado con quien se pueda charlar
despreocupadamente un rato y así despejar la modorra. Tengo abundante trabajo
pero escasas ganas de hacerlo. Situación y ánimos recurrentes en los últimos
tiempos. Pienso en una y mil cosas difusas a la vez y con nitidez en ninguna. No
termino de redondear ideas, por ende no me genero expectativas ni rechazos,
solo sumo dudas y conjeturas. Espero novedades que no se producen y aguardo
conclusiones indeterminadas. Ansío un futuro mejor a la vez que desestimo
buenos presentes basados en aceptables pasados. Me gustaría romper con el
sistema y embriagarme con libertades y despropósitos, decidir por y para mí de
una vez por todas sin tener que pensar en limitaciones ni atenuantes, pero
permanezco ahogándome en la rutina diaria tal vez por el solo temor a que el
cambio me seduzca demasiado.
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