jueves, 12 de febrero de 2015

Únicos y solitarios

Llegué procedente del trabajo. No había nadie en casa. Seguramente habrían salido a hacer mandados. Preparé el mate y me senté a tomar algunos mientras miraba por la ventana como la tardecita lentamente se transformaba en noche. No pude evitar pensar —en realidad nunca puedo evitarlo, el accionar de mi razonamiento siempre es más fuerte que mi voluntad de no hacerlo—, en la soledad que nos embarga a cada uno de nosotros por más que haya personas que comparten nuestro andar por la vida.
Cuánto de razón tenía Orson Welles cuando afirmaba que “nacemos solos, vivimos solos y morimos solos”. Habitualmente tenemos nuestras compañías, nuestros pasatiempos compartidos, nuestros trabajos —a los que les dedicamos muchísimo más tiempo que el que deberíamos—, pero seguimos estando solos con nuestros pensamientos, con nuestros divagares, con nuestras sensaciones.
Cuántas veces hemos escuchado decir: “Necesito estar solo para pensar”. No creo que esta frase llegue a ser del todo cierta, porque en realidad para lo que necesitamos estar solos es para tratar de ordenar el torbellino de pensamientos y sensaciones que nos han invadido. Para clarificar, no para pensar. Siempre se está solo cuando se piensa, aunque haya una multitud alrededor, porque nadie piensa por nosotros.
No hay ni habrá persona alguna que llegue a conocerme exactamente como yo me conozco. Nadie piensa tal cual como yo pienso. Nadie siente de la manera que yo siento. Estas son verdades aplicables a todas y cada una de las personas, y conforman una gran parte de lo que nos hace únicos e irrepetibles.

Hay una mayoría que tiene por costumbre ir tras los que hacen punta, y son estos últimos los que, mal o bien, deciden y muchas veces anulan las voluntades de sus seguidores, formando lo que conocemos como masa. Y existen otros, los menos, que intentan hacer su camino particular y que se esfuerzan por actuar y ser diferentes, conservando los valores y la decisión propia. Pero, tanto la mayoría, como los creadores de masas, como la minoría, están conformados por sujetos distintos en esencia y alma. Únicos y solitarios, por ende, como llegamos, como vivimos y como nos iremos, aunque en el transitar disfrutemos de las compañías, nos regocijemos con amoríos y hasta alcancemos estados de plenitud.

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