Sigiloso,
presto, con las pupilas dilatadas y la mirada fija, se dirige hacia mí sin
ningún atisbo de duda en cuanto a la decisión tomada. Hago como que no lo veo,
si él actúa convencido yo aparento estarlo aún más. No me muevo ni un ápice del
lugar dónde estoy, no serviría de nada, siempre será más veloz que yo. Cuando
sabe que está a la distancia correcta, felinamente se agazapa y sin más
preámbulos salta sobre mí. Hago un hueco echando mi abdomen hacia atrás
aprestándome a recibir su impronta, tratando de contrarrestar su actitud de la
manera más adecuada. El muy pillo no termina de acurrucarse que ya ronronea.
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