miércoles, 29 de noviembre de 2023

Pecado capital

Ella maneja el cuentagotas de cariño a su exclusivo antojo. Al reloj de arena de su sensibilidad se le atoró algo en el paso, y no hay manera de que eso se remueva; aunque tal contingencia parece no inmutarla. Ha cerrado definitivamente el grifo de su embrujo, no obstante deja deslizar cada tanto una gota con la finalidad de seguir volviéndolo loco. Escasos son los mendrugos de ternura que como al descuido deja caer al alcance del mendigo aquel que se arrastra a sus pies, cuyo karma fue haberla querido tanto, y su único pecado, haber empeñado su vida en ella. 

jueves, 23 de noviembre de 2023

Con el alma herida

Cuando estás roto por dentro, lo pretendes disimular dibujando sonrisas. Y te sale tan bien que atraes y terminas rodeado por gente superficial, que es precisamente lo que menos deseas.

Cuando estás roto por dentro tratas de mantenerte ocupado para no dar lugar a los pensamientos, pero estos siempre se inmiscuyen y acaban por meterse en lo más profundo de tus sueños.

Cuando estás roto por dentro es muy probable que te sientas incompleto, aunque seas el afortunado dueño de los misterios de la vida.

Cuando estás roto por dentro, sin saberlo, andas buscando a alguien que esté tan roto como vos. Tal vez para que, juntos y sin censura, puedan llorar sus penas y alivianar pesares. O, quizás, para aunarse en el intento de emparchar los agujeros del alma con el fin de que no se les escurra a través de ellos el resto de vida que les queda.

viernes, 10 de noviembre de 2023

Un mínimo consuelo

Cuando la desesperanza te domina el pensamiento. Cuando ya no encuentras a qué agarrarte y sientes que el abismo te succiona. Cuando las tormentas de la mente amenazan con derribar lo poco que te queda de razón. Cuando ya pareciera que no existieran motivos para seguir andando. Cuando todo eso es parte habitual en la monotonía de tu vida, hasta en la más mínima insignificancia podes encontrar consuelo. Y yo lo encontré en el inocente brillo de los ojos de ese niño que me mira sonriente desde el otro lado de la calle. Es que se parece tanto a mí cuando yo tenía su edad. Si ese niño supiera que dentro de unos años él se verá triste y cansado como se ve el hombre que lo mira desde el otro lado de la calle, tal vez ese imperioso deseo de crecer que lo domina ya no tenga tanta prisa. 

martes, 7 de noviembre de 2023

Un buen libro y una canción

Y créeme, llegará ese triste momento en que el olvido de todos se hará carne en ti. Los escasos que bien te quieren, los muchos que fingen quererte, y hasta quienes te odian sin remilgos, todos ellos irán olvidándote poco a poco por más que hayan jurado que jamás lo harían. Y cuando ese día llegue, será bueno que hayas aprendido a convivir con la soledad y sobre todo a estar en paz con tu espíritu; para que de ninguna manera te puedan afectar los malos recuerdos y las culpas. Y en ese proceso quizás la única compañía a la que puedas aspirar, con el fin de hacerle morisquetas a la monotonía de la sucesión de los días, sea el tener a mano: una docena de buenos libros —esos que has leído veinte veces pero que continúa siendo un placer el reincidir en ellos—;  y en algún reproductor una lista de esas canciones que te es siempre grato volver a disfrutar.  Sí, un buen libro y una canción, definitivamente la mejor compañía.

sábado, 4 de noviembre de 2023

Ironía

Pasó hace ya un largo tiempo, un día de esos pocos en los que uno se levanta con la mente despejada y las ideas claras. Fue ahí que me di cuenta: que ya no debía ir detrás de nadie, que ya no tenía que insistir, que no era necesario forzar absolutamente nada, que lo que tenía que pasar pues en algún momento pasaría. Y si no pasaba, era porque así lo había escrito el amo del destino en los enrevesados pergaminos del tiempo.

Y fue precisamente a partir de ese día que dejé de buscarte.

Y de ahí en más: ya no miré más con ilusión hacia la lejanía, ni estiré los brazos en el intento de agarrar lo inalcanzable, ni volví a sentir ese fervor, esas ansias de caminar hacia la utopía.

Y ahora, ahora que ya no te busco, pues ocurrió que al fin te encontré. O me encontraste, no lo sé, aunque dado el caso ya no tiene relevancia.

Solo que, al estar tan contaminado por la cruda realidad, al principio me costó reconocerte, y una vez que lo hice, ya no pude recordar para qué era que te buscaba.

La canción que nos recuerda

Encendí la radio del auto. Sonreí al escuchar que sonaba aquella hermosa canción que tanto nos había identificado. Cuando llegó a su fin y comenzaron las publicidades, toqué la búsqueda secuencial. Casualidad o no, en la próxima estación en la que se detuvo se sucedían, bellísimos como siempre y lacerantes desde que no estás, los versos de la misma canción. Me dejé llevar una vez más por la entrañable melodía. A su término apagué la radio, el tema me traía recuerdos que no quería refrescar. Sin embargo, la letra de la canción continuó desprendiéndose una y otra vez por entre mis labios sin que lo pudiera evitar, cual cantinela de un loco. Entonces lo supe. Tuve la absoluta certeza de que vos también en algún lado la estabas entonando. Y como en un tiempo no tan lejano habíamos sido los mejores complementos, ahora, yo acá y vos donde sea que te encuentres, conformábamos el mejor de los duetos. 

Sociedad animal

Me he distraído en la práctica de un juego que de repente se me ha ocurrido. Durante un plazo que no viene al caso citar me he dedicado a observar a la gente, y por un momento he supuesto, ya que de eso se trataba, que cada persona representaba al animal al cual más se asemejaba por su actitud o forma de desenvolverse ante los demás. Los resultados de tal observación en cierta manera me han asombrado. He visto, por ejemplo:  a ratas de alcantarilla devenidas a aristócratas; a hienas carroñeras vestidas de etiqueta y aficionadas al caviar; a descarados buitres que atacaban a presas vivas sin ningún reparo ni contemplación;  a tigres, leopardos y panteras rendidos ante las imposiciones de un encumbrado perezoso sin levantar siquiera una garra en señal de protesta; a un mono tití que en complicidad con un coatí divertía a ballenas, delfines y pingüinos mientras sus pares les robaban sus carteras; a cocodrilos que ya no derramaban lágrimas para disimular su estirpe de asesinos, y simplemente iban al frente devorando todo a su paso; a zánganos y sanguijuelas procurándose alimentos y placeres sin el más mínimo esfuerzo;  a serpientes que se arrastraban diseminando su ponzoña por doquier con el solo propósito de sembrar maldad; a una minoría de imponentes leones que, con sus títulos de nobleza, sus billeteras gordas y sus poderes indemnes a cualquier ataque, miraban a todos desde arriba sin contribuir con nada. Y, finalmente, a modo de complemento al patético cuadro de una sociedad decrépita, he admirado a una infinidad de laboriosos e infatigables insectos —que curiosamente cada vez son menos—, agachando el lomo cada día un poco más, con el fin de lograr el sustento diario que les permita sobrevivir y a su vez solventar gran parte de la buena vida de todos los antes nombrados.