Ella se fue de su casa cuando tenía solo diecisiete años con la única
carga de su rebeldía adolescente a cuestas, convencida de que hacía lo
correcto. Se enfrentó a la vida y la vida la recibió con una bofetada de revés
y otra de derecha que la hicieron tambalear. Cuando a duras penas pudo hacer pie,
recibió un cross en la frente que la sentó de culo. Pudo reponerse, colocarse
de rodillas, erguirse lentamente y recuperar la vertical, pues cuando fue a dar
el primer paso le llegó un directo al mentón que la dejó knock out. Intentó
levantarse con la vista nublada, una y otra vez, y siempre llegaba un golpe que
la hacía tambalear y allí no había nadie que la pudiera ayudar. Si al menos estuvieran
sus padres, ellos le podrían dar una mano, pero no quería recurrir a ellos, solo
por orgullo, por el simple hecho de haber huido de ellos, creyéndose
autosuficiente. No había absolutamente nadie que pudiera socorrerla, estaba
sola en la pelea que ella había elegido porque creía estar preparada para ello.
¿Tenía que reconocer que se había equivocado? ¿Tenía razón su padre cuando se
lo decía? Tal vez sí. Como pudo y a los tumbos trató de salir adelante,
esquivando los golpes. Un directo pasó rozando su oreja gracias al movimiento de
hacer a un lado la cabeza y posteriormente su mano izquierda bloqueó un gancho
que venía hacia su barbilla. A fuerza de recibir golpes se fue haciendo ducha
en la tarea de enfrentarlos y no solo eso, con el tiempo fue al encuentro de
ellos, ya sabía como tratarlos, como vencerlos, y se sintió fuerte y esa
fortaleza elevó su espíritu y le hizo gritar a los cuatro vientos: ¡SÍ, PUEDO!
A todo esto, ella ya tenía veinticinco años y una gran ventaja a su
favor: había aprendido a enfrentar los problemas de la vida y así, con esa
convicción, volvió un día a la casa de sus padres. Ellos la miraron absortos,
no podían creer que esa mujer que estaba frente a ellos fuera la hija que dejaron
ir sin oponerse demasiado, hacía un largo tiempo, casi abandonada a su suerte y
solo armada con su propia rebeldía. Aquella nena testaruda era solo un recuerdo
y su lugar lo había tomado una mujer con
todas las letras, que les estaba agradeciendo el hecho de que la hayan dejado
ir y poder así despacharse que no era fácil enfrentar la vida pero tampoco
imposible.
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