miércoles, 25 de febrero de 2015

Señaladas


No es un secreto que ciertas personas por solo hecho de haber nacido bajo la influencia de una buena estrella, todo lo que encaran o decidan hacer de la manera que sea les resulta a la perfección o de acuerdo a como ellas esperaban. Tampoco lo es que existen otras que parecieran llevar sobre sus espaldas todo el peso del firmamento, o estar bajo la influencia del más alto voltaje de negatividad generada por la unión de todos los agujeros negros del universo. Desde el mismísimo momento de su llegada al mundo parecen estar señaladas, lo cual hace que durante su vida vayan acumulando pálida tras pálida, mala tras mala, derrota tras derrota, pérdida tras pérdida. Y esto les ocurre sin siquiera intentar hacer algo, solo les sucede como si se tratase de un mandato irrevocable de una perversa ley de atracción de lo inevitable, o el señalamiento de un índice acusativo imaginario cuya orden parece ser inquebrantable. No se confundan, no hago alusión a quienes suelen atraer a las pálidas debido a su negatividad, a su rechazo a lo positivo; me refiero a aquellas personas que parecen estar signadas para sufrir, que no tienen elección para cambiar su innato infortunio. Pareciera ser que siempre estuvieran en el foco de la tormenta eléctrica, como si giraran permanentemente inmersas en la cola de un tornado y estallaran relámpagos a diestra y siniestra. Y viven rogando que ninguno las alcance, y si los rayos no caen sobre ellas seguro afectan a alguno de sus seres queridos. Aprenden a soportar y a convivir con esos estados catastróficos, hasta que un día se cansan y terminan por desear que un rayo las parta al medio para acabar de una vez por todas con sus malditas existencias plagadas de indeseables experiencias. Desequilibrios, injusticias o baches oscuros no considerados por la vida misma.

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