miércoles, 25 de mayo de 2016

Inmunidad

Son como las hormigas, están en todos lados y nunca se acaban. Cada vez son más, se adaptan a cualquier clima y se reproducen con gran facilidad. Uno se los encuentra en cualquier lado, aunque solemos detectarlos con mayor facilidad cuando andamos escasos de paciencia. No hay título que los distinga ni apariencia física que los denote. Muchos andan motorizados y parece ser que el valor del vehículo acentúa proporcionalmente la condición. Los hay con altos cargos que nos llevan a agregarle a su condición el calificativo de importantes. Y también están los modestos o poco trascendentes que te obligan a utilizar el diminutivo. En general les encanta llamar la atención, pero tal vez la mayor coincidencia entre ellos esté dada en que todos se creen machos alfa aunque a esa hombría sólo se animan a mostrarla cuando están acompañados de otros de su especie. A solas y cara a cara se deshacen como gelatina al sol. Tengan cuidado porque seguro alguno andará rondando, no sea que termine por contagiarles tal condición. El antídoto preciso para mantenerse inmunes es pensar con coherencia y actuar con una cuota razonable de sentido común, jamás copiarles lo que hacen. Si bien los pelotudos ya son una peste aún está en nosotros el poder hacer la diferencia.

Aliento providencial

La mirada en su amanecer de párpados apenas entreabiertos retoma su andar errático de los últimos tiempos y se le va a través de la ventana. Al instante por sus pupilas opacas desfilan imágenes: un grupo de árboles de ramas desnudas, un colchón de hojas amarillentas revueltas por el viento, las siluetas lejanas de media docena de edificios ocultos a medias por la niebla, y la inmensidad de la tristeza gris del firmamento; haciéndole notar en su conjunto el minúsculo punto casi insignificante que es dentro de ese todo. No obstante ello, siente los ojos de la mismísima Providencia clavados en él, como auscultándolo. Se pregunta si esa otra mirada alcanzará a captar algo más que el decaimiento que lo embarga prometiendo matarlo poco a poco, o es que tan sólo se sintió atraída por la superficialidad del desgano que demuestra. El desgraciado, abatido en su cama, casi instintivamente le exige que no se ande con vueltas y se expida de una vez por todas acerca de lo que le tiene deparado. La respuesta de la que se cree que todo lo sabe no se demoró ni siquiera un instante: Todo depende de ti, le dijo.

lunes, 9 de mayo de 2016

El cultivo de la duda

Mi estrategia, que bien podrían copiar ciertos ilusos, es la de sembrar dudas en lo que se da por sentado, es desconfiar de todo aquello que aparece como absolutamente cierto, es poner en tela de juicio las verdades universales. Mi modus operandi está basado en buscar ese resquicio siempre existente por donde incrustar ese mínimo recelo que logre hacer tambalear los cimientos de lo certero para transformarlos en una estructura relativamente endeble.
Mi finalidad es lograr que el pensar mute de lo absoluto a lo relativo, pase de lo ideal a lo concreto, y abandone la perfección de la teoría para ocuparse de lo muchas veces inexacto pero definitivamente más atractivo de lo práctico. ¿Que por qué lo hago? Pues, porque me consta que el idealismo es una farsa y lo absoluto un espejismo.

Encastre perfecto

Entre tu arrogancia y mi recato. Entre tu expresividad y mi intromisión. Entre tu impetuosidad y mi parsimonia. Entre tu sinceridad y mi cautela. Entre tu habilidad y mi torpeza. Entre tu cóncavo y mi convexo. Entre tus hendiduras y mis salientes. Entre tu cara y mi ceca creo que conformaríamos un todo. Es que tú y yo podríamos ser lados de una misma moneda.