martes, 29 de octubre de 2019

Reencuentro


La desidia había endurecido su corazón. La indiferencia apagado sus ilusiones. El descrédito obnubilado sus razones. Y todo eso hizo que la inercia lo transportara por la vida sin oposición alguna, sin rebeldías. Hasta que, tal vez por un acto reflejo o vaya uno a saber por qué extraña razón de las tantas que maneja la picardía del Universo, él, rompiendo la inevitabilidad habitual, levantó la vista como hacía mucho no lo hacía, y encontró los ojos de ella que lo miraban como si… como si ella hubiera sido afectada por la misma extraña razón. Y ella pintó una sonrisa que tuvo la virtud de deshacer en él cualquier cosa que haya sucedido antes, que desplazó la longevidad de ideas superfluas e implantó en su lugar otras repletas de esperanzas nuevas. A ella él le resultaba misteriosamente conocido, como si ya lo hubiera amado antes. Ella se ajustaba con perfección al ideal que él alguna vez tuvo. Y él le pidió la contraseña de apertura de sus labios y ella se la regaló. Y él hizo uso propicio de ellos, y saboreó la gloria una y mil veces, y la grabó a fuego en los propios para jamás olvidarla. Y él le obsequió la majestuosidad de sus versos por ser partícipe insustituible del resurgir de su alma.
Y lo demás, lo demás está de más, ya pueden ustedes adivinar como sigue la historia cuando dos almas afines tienen la enorme fortuna de reencontrarse.