Yo pertenezco al día, vivo de
día tanto como él vive de mí, aunque quisiera vivir contigo tus noches y eso
implique sumergirnos en la oscuridad. Por ti y contigo todo valdría la pena.
Tú, transitas la noche,
observas la noche, brillas en la noche, aunque todas las noches desees que el
brillo sea diario.
Yo sé, que si tú dejaras de
estar en mi vida, mi tristeza haría mis rayos menguar y un buen día no me
verían asomar.
Tú sabes, que me necesitas, que
sin mí no existe tu brillo y opaca no tienes razón de ser.
Yo pongo a tu disposición todo
mi fuego interior, para que puedas iluminar tus noches.
Tú recibes: a veces rozagante,
todo mi fuego; a veces reticente, migajas; y a veces, solo te enojas, sin razón
aparente y te escondes y no te imaginas lo mal que me haces sentir, aunque sé
que tu enojo no durará mucho tiempo y por ende volverás a que te dé mi calor y
eso me hace inmensamente feliz.
Yo, anhelo fervientemente tener
un día libre para invitarte a salir una noche. No sé lo que haríamos, pero con
el solo hecho de que sea contigo es suficiente, todo lo demás es yapa. Si
alcanza con recordar aquellos contados momentos en que te pones ante mí, en
pleno día, eclipsando todos mis sentidos e incluso mi brillo.
Tú, que tantas historias de
enamorados conoces, que tan confidente de ellos eres, si basta con observar a quien
te mira para saber que hay un amor en su vida, dime: ¿qué debo hacer para
atraerte? ¿Cómo hago para que te enamores de este humilde servidor?
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