martes, 8 de septiembre de 2020

Ansias de refugio

¿Y quién no ha tenido alguna vez esos locos deseos de volver a acurrucarse en el regazo materno, ahí en la mismísima guarida de los mimos y las caricias? 
Sin duda es un afortunado quien cuenta con esa persona que le da la calma con su sola presencia, que al estar a su lado siente que ese es precisamente su lugar en el mundo. Ese rinconcito acogedor donde puede uno abandonar su estado de alerta con la mayor tranquilidad porque sabe que está seguro. Ese espacio que, sin ser el modelo de confort ideal, es dueño de ese inigualable espíritu de nido, que brinda la tibieza de la eterna primavera. Pero que, a la vez, ostenta la potestad de lograr que invadan tu ser las agradables brisas de la libertad, permitiendo que salgas a volar cuando quieras porque sabe que volverás, pues tiene impregnado en su esencia el gustito de la cosa propia, de la que se extraña cuando no está. Y por ende, te genera una atracción tan fuerte que no quieres alejarte más allá del límite del posible retorno, esa delgada línea que separa el recuerdo del potencial olvido.
¿Existirá alguien cuyo anhelo no sea volar libremente con ansias de un refugio así?


martes, 1 de septiembre de 2020

Decadencia


Nada, absolutamente nada de lo que hoy vemos en los demás es lo que parece. Algunos más, otro menos, pero todos ocultan algo, nadie se muestra auténtico. La integridad ha sido drásticamente rebajada redundando en pérdida de consistencia. La transparencia se ha sentado detrás de cristales empañados y no se deja ver, es más, tira a propósito su aliento fétido contra ellos para disimularse mejor. La coherencia entre dicho y hecho poco se corresponde, es posible que ya estén separados y sea algo inevitable el divorcio. Se ha vuelto raro, extraordinario, encontrar a alguien con una pizca de sentido común. La humildad solo se utiliza para disfrazar arrogancias y dobles intenciones. La soberbia transmuta en falsas modestias que se ríen de sí mismas. Un pedido de disculpas no es más que una serie de palabras vacías que tan sólo encierran la patética finalidad implícita de conseguir el perdón para volver a reincidir. Otrora se las llevaba el viento, ahora ni siquiera hace falta una leve brisa para llevarse las palabras, se desvanecen en la liviandad del sonido de su pronunciación.  Si nos basáramos en la escasez de reconocimiento de los errores cometidos podríamos aseverar que ya nadie se equivoca en este supuesto camino con destino de perfección, sin embargo, es un hecho que está cada vez más plagado de yerros y desviaciones.