Ocurrió una vez que un
hombre le pidió como deseo a un hechicero, ante el ofrecimiento de éste por
haberle salvado la vida en circunstancias que no viene al caso mencionar, que
le concediera el poder de visualizar con anticipación qué es lo que se podría
encontrar como resultado de haber tomado él tal o cual decisión, cualquiera que
esta fuera. Durante un lapso aceptable el hombre estuvo maravillado por el don
que el chamán le había conferido, ya que nada de lo que ocurría lo tomaba por sorpresa:
no tenía apuros económicos, ni carencias alimentarias, ni contratiempos sociales
o familiares, ya que todo posible problema era resuelto con la antelación
necesaria por el solo hecho de saber que había de suceder. Pero, con el paso
del tiempo, empezó a caer en la cuenta de que en su vida nada de lo que ocurría
era trascendente, que se habían perdido los matices, que faltaban condimentos, que
ese gustito de no saber lo que vendría no existía; en definitiva había desaparecido
la ilusión por lo incierto. Poco después murió de aburrimiento y a sabiendas de
que sería de ese modo.
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