Que se nos endurece el corazón a medida
que transcurren los reveses. Que nos tornamos insensibles tras soportar cierta
cantidad de desgracias. Que las esperanzas se nos diluyen luego de tantas
derrotas. Que la incredulidad por la muerte cercana sólo nos embarga la primera
vez. No. De ninguna manera. El que nace con sentimientos a flor de piel, puede
que muchas veces no demuestre su sentir, o que los disimule debajo de una máscara
de piedra, pero eso nunca hará que dejen de afectarlo. Esas sensaciones se mantendrán
vivas, latentes y productivas mientras exista suficiente energía espiritual; y se
sufrirá horrores por la injusticia, y la desazón calará profundo en el alma, y se
llorará, siempre en silencio y sin testigos, por inmensas penas de amor. Podremos
taparnos la cara con las manos como aquél niño que no quiere observar el horror
que pasa ante sus ojos, pero los dedos siempre nos traicionarán,
entreabriéndose.
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