Debo reconocer que no me cuesta demasiado lograr que usted tire la
casa por la ventana, que patee el tablero sin importar lo avanzado del juego, o
que termine por desparramar su ropa por el piso; y si el conseguir que haga
usted eso redunda en satisfacción para su cuerpo y su espíritu, y en invaluable alimento para las ansias de mi alma, no veo por qué deberíamos dejar de hacerlo…
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