Y acá estoy, llorándote, en silencio y
sin lágrimas, como se llora la muerte de un amante. El desgarro me va por
dentro, se me anuda en la garganta, me clausura el estómago y se me expande por
el pecho; y ahí se instala para machacar sobre cada recuerdo, sobre cada
sensación, sobre cada pensamiento, sobre cada acontecer. Tan solo la soledad y su
virtud de no entrometerse podrá ser testigo de semejante pesar. Es que el
secreto se fue con ella pero lo vivido se ha quedado conmigo.
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