No
vaya usted a pensar que yo he puesto tales ratones en su cabeza, tan sólo se me
puede asignar el hecho de haber emitido el silbido necesario para hacer que
despertaran. Dormidos o despiertos son de su propiedad y han estado por siempre
allí. Ahora que han abierto los ojos será decisión exclusiva de usted si desea
continuar alimentándolos y disfrutar con sus propuestas un tanto indecorosas; o
ignorarlos para que acallen su predominio, para lo cual, inevitablemente, deberá
usted mantenerse alejada de mi presencia e influjo.
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