Era
costumbre en él levantarse malhumorado, con cara de enemigo del mundo y
expresión de no me hables. Pero, no era nada que no se solucionara con la recepción
de una caricia, una demostración de cariño, o una frase alentadora proveniente
de aquellos labios encantadores. Pues cuando por las más oscuras razones lo
gélido se hizo propio en las manifestaciones físicas de ella, la expresión
adusta de él se transformó en permanente. Y así como ella nunca pudo entibiar
ni muchos menos derretir su semblante para encontrar el camino de retorno a la
dicha, él jamás volvió a sonreír.
No hay comentarios:
Publicar un comentario