Así como la pasividad de
la rutina es todo previsibilidad, lo activo de la inquietud está lleno de
interrogantes.
Si el acostumbramiento peca
por certero, lo incierto conserva la virtud de lo misterioso.
La libertad es salir a
sorprendernos con lo diferente, con lo inusual, con lo que no sabemos; es una
facultad intrínseca del hombre que nunca debió haber perdido. En el corral de
todos los días ya no existe algo que nos sorprenda; todo nos aburre, nos
adormece, nos abruma, nos sumerge en la desidia y termina por oxidarnos los
engranajes de la mente.
Vivir es estar abiertos a
preguntarnos, a inquietarnos, a salir a volar y despacharnos de las verdades o darnos
contra la pared.
Vivir es cuestionarnos
acerca de quiénes somos en realidad sin investiduras, sin caretas, sin modelos,
sin engaños, sin comparaciones; es darnos vuelta para ver que tenemos dentro.
La vida —como bien dijo
Artaud— consiste en arder en preguntas.
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