El tictac del reloj cuenta mis latidos y los acelera con la intención
de que pase más rápido el tiempo. Mis ojos como platos, fijos en los tirantes
del techo, los perforan y se sumergen en ideas que dan vueltas sin cesar, sin
posible concreción alguna. El cerrado silencio abruma y el continuo pensar sin
límites molesta; la almohada transmite dureza y hasta las sábanas parecen pinchar.
El traicionero desvelo ya ansía la llegada del amanecer para liberarse de mí y
así poder dormir su sueño de mis horas despiertas.
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