Ella no contaba con algún rasgo
fisonómico o físico notable que incitara a guardarla como algo preciado en las celdas alcanzables
del recuerdo, si fuera por eso habría pasado de manera inmediata a engordar las
enormes ballenas que vagan por los mares del olvido como un descarte más de la obviedad habitual. Pero, había un no sé qué presente en ella que atraía, una distinción
palpable y hasta quizás extraña, no preocupante aunque sí embriagadora, que
emanaba a través de sus ojos negros. Una especie de magia que, por más que a
veces he intentado descubrirla, nunca me animé a hacerlo por el simple temor de romperla.
Porque sé que cuando la magia se destruye, junta sus pedazos y se transforma en
desilusión, y a las desilusiones inevitablemente se las devoran las telarañas
del olvido. Por eso te recuerdo, por esa magia que aún está intacta en tu ojos
negros.
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