Por supuesto que no es fácil
comprenderte. Nunca lo ha sido. Contigo son imposibles en potencia: el entender
cómo piensas, el saber cuáles son los mecanismos que ponen en movimiento tus
engranajes sentimentales, el descifrar de las más secretas claves de ingreso a tu intimidad. El
desentrañar tu manera de actuar sería como poder leerle las cartas al mismísimo
destino, y eso es algo que jamás haría aunque se tratara de algo tan sencillo
como dar vuelta la página a determinado libro. He aquí el quid de la cuestión: ¿A
quién le podría interesar el aburrido transcurrir inmerso entre las garras
adormecedoras y ociosas del sedentarismo de las certezas?
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