Como Amaia, quería escribirte la canción
más bonita del mundo. Es que había olvidado por un momento que ese deseo no
formaba parte de mis posibilidades de concreción, que más bien era casi un
imposible. No me malinterpretes, no es que no te la merezcas. Es que quien tiene la mente tan profusa, el espíritu tan inestable y el pensar tan
versátil jamás podría dedicarle la canción más bonita del mundo a alguien si no
es por engaño. Seguramente escribiría algo muy bonito que a vuestros oídos
sonara a música de arcángeles aunque, sin dudas, tendría una trastienda de
mentira; y eso es algo que no me voy a permitir hacer ante una imagen tan
inmaculada, tan noble y tan inocente como la de usted.
No hay comentarios:
Publicar un comentario