Te ha hecho traer el desayuno a la cama.
Ha sembrado con pétalos de rosas el lecho que guardará por siempre los secretos
del sexo consumado. Se ha encargado de decirle al conserje que te despierte a
la hora señalada. E incluso te ha obsequiado esa elegante camisa blanca que tan
bien le sienta a tu cuerpo desnudo. El único detalle que ha dejado de tener en
cuenta es el de indicarte cómo es que puedes volver a encontrarlo.
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