Ojitos símil carozo de níspero,
brillosa mirada llena de amor.
Labios carnosos de excelso licor,
que dejar de besar, no quiero.
Delicado corazón de cristal,
una y mil veces maltratado.
Presea que me has confiado,
que prometo no hacerle mal.
Menester finito de raudas horas,
que detener hubiésemos querido.
Y así engañar al miserable destino,
que siempre nos cita con demora.
Y cumplimos con el retrasado anhelo,
de unir tu cuerpo y el mío al desnudo,
hasta sentir que éramos tan solo uno.
No han sido en vano tantos desvelos.
Tal vez haya sido un bonito sueño,
y no sea más que una pícara ironía.
O quizás el destino al fin nos sonría,
y nos haga de esta ilusión, dueños.
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