Las ilusiones nacen, dan vida a través de sus
latidos, luego lentamente van perdiendo color hasta difuminarse. Renacen con
otra imagen, permanecen y desaparecen. Ese es su proceso, difícilmente se
realizan.
En el transcurrir de la vida y en ese deseo
implícito de encontrar nuestra finalidad, existe una contradicción bien
marcada: a medida que se avanza en edad se gana en experiencia, en manías, en
suspicacias, en vivezas, en atrevimientos, a la vez que se pierde en inocencia.
Ahora, ¿no es acaso ese estado de inocencia que hemos vivido el que
identificamos como más cercano a la felicidad y que tantos recuerdos gratos nos
trae?
La preocupación de nuestros días está puesta en la
búsqueda de la felicidad aunque no en tratar de ser felices durante su búsqueda.
Todo parece ser una ironía que deja de ser
ironía y es realidad cuando nos ha pasado por encima el pesado tren de la vida
y ya no hay vuelta atrás.
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