Brillábamos cuando el
azar apostaba por nosotros, pues ahora el muy ingrato se ha empeñado en opacarnos.
El tiempo y su avaricia ya no arriesgan sus horas en confabulaciones para
hacernos coincidir. Tan sólo algún compasivo acontecer onírico nos continúa
cediendo ratos de su transcurrir de inconsciente pleno y razonar nulo para que
disfrutemos de las más atrevidas fantasías.
Y si no se da el encuentro
en alguno de esos planos, nos extrañamos…
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