Encendí la radio del auto. Sonreí al escuchar que sonaba aquella hermosa canción que tanto nos había identificado. Cuando llegó a su fin y comenzaron las publicidades, toqué la búsqueda secuencial. Casualidad o no, en la próxima estación en la que se detuvo se sucedían, bellísimos como siempre y lacerantes desde que no estás, los versos de la misma canción. Me dejé llevar una vez más por la entrañable melodía. A su término apagué la radio, el tema me traía recuerdos que no quería refrescar. Sin embargo, la letra de la canción continuó desprendiéndose una y otra vez por entre mis labios sin que lo pudiera evitar, cual cantinela de un loco. Entonces lo supe. Tuve la absoluta certeza de que vos también en algún lado la estabas entonando. Y como en un tiempo no tan lejano habíamos sido los mejores complementos, ahora, yo acá y vos donde sea que te encuentres, conformábamos el mejor de los duetos.
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