martes, 28 de septiembre de 2021

Quiebre

Y de repente un buen día se me antojó ir a verla. Le torcí el rumbo a lo habitual y puse proa a su encuentro. Hacía demasiado tiempo que se lo había prometido. El viento que soplaba a mi favor fue despejando dudas y culpas, e instalando ilusiones. Ella no sabía que iba a verla, pero estaba esperándome, como me había dicho alguna vez que siempre lo haría. Y fue un reencuentro fantástico, fue como… como eludir al tino con una gambeta y engañar a la mismísima rutina en su propia cara, para terminar por embriagarme con un cóctel de intensidad y pasión. Me traje los ojos llenos de su encanto, el corazón rebosante de sensaciones, y el gratísimo sabor de su miel impregnado en mis labios. Ella había hecho un pago parcial a modo de reserva de mis pensamientos cuando la conocí, en este acto terminó por comprarme todo el combo, o yo los empeñé, da lo mismo, de ahora en más será la dueña absoluta e irrenunciable de mi pensar. 

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