sábado, 2 de mayo de 2020

Añoranza

Y ha llegado la tardecita y otra vez se me ha dado por extrañar. ¿Acaso será para eso que existe el ocaso con su clásico aroma a melancolía? Para recordar, para añorar, para volver a sentir aquellas sensaciones que para bien o mal nos dejaron cicatrices imborrables.
Y el pasado con su espíritu de perseverancia machaca una y otra vez sobre la responsabilidad por el error cometido.
Y la soberbia providencia me vuelve a recordar que me ha obsequiado la preciosa oportunidad de subsanar, y la he dejado pasar. Es que el instante lo es todo y el tiempo de proceder efímero.
Y te vuelvo a ver, patente, como si no hubiera pasado el tiempo, con los ojitos rojos de tanto llorar, con el interrogante pintado en la frente, con el caminar abatido por el peso de las ilusiones rotas, aún intentando encontrar ese porqué, el mismo que yo todavía no he hallado.
Y es que, al final del día, todos, de alguna u otra manera, intentamos entender un por qué o profundizamos en la búsqueda de cierta claridad que nos ilumine el andar por el vasto camino de las dudas.

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