Cuando
sentía que el único refugio seguro, era el arrumaco de mis letras.
Cuando
creía que la puerta que orienta al camino de las ilusiones renovadas ya había
sido cerrada.
Cuando
estaba convencido de que no volvería a sentir ese grato cosquilleo que genera la
incertidumbre.
Cuando
me había rendido ante los dominios de la desidia, y estaba en la insulsa espera
de no esperar nada.
Cuando
todo eso pasaba sin que nada ocurriera, apareciste tú, cubierta con tu manto
rejuvenecedor de espíritus, para embriagarme dulcemente con tus influjos y tus
virtudes. Y espantaste con el solo brillo de tu mirada la larga somnolencia de
mis instintos pasionales, para que los depositara en ti. El antes ya es olvido,
y habrá un después, sólo contigo.
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