Este es mi borrador virtual. Todos los textos son de mi exclusiva autoría. No siguen ninguna línea específica ni hilo conductor, ni siquiera una cronología. Publico compulsivamente cuando tengo ganas, y cuando no las tengo me pregunto por qué pierdo el tiempo en hacerlo. Soy así. Las imágenes fueron tomadas de Internet.
viernes, 27 de julio de 2018
La fortaleza del espíritu
Las
crueles aristas del olvido laceran la integridad de la esencia, endurecen las
cicatrices de la piel y se incrustan sin contemplaciones en la sensibilidad del
alma. Y allí instaladas, punzan, duelen y oprimen, agrandando a diario los
vacíos dejados por la ausencia, crean huecos existenciales casi imposibles de
soportar que pareciera que nos quisieran extraer la escasa vitalidad que nos
queda. Pero, es tan notable, tan maravillosa la capacidad de regeneración del
espíritu que bastará con que una mínima partícula virgen de tal inmaterialidad
sea tocada por las voces de lo ilusorio para que automáticamente volvamos a
creer. Entonces la esencia retornará a su integridad, ya no dolerá tanto la
ausencia, las cicatrices comenzarán a suavizarse, y los vacíos, los vacíos poco
a poco irán perdiendo espacio ante el renacer.
Contigo a cuestas
Llevo marcado en cada centímetro de mi piel el
rastro indeleble de tus besos húmedos. Llevo estampada en mis retinas la
desnudez apoteótica de tu cuerpo sumido en la lujuria de los deseos concebidos.
Llevo grabados en mis oídos tus gemidos ahogados en placeres harto pretendidos
al fin saciados. Llevo impresas en el alma tu dulce mirada de ojitos
chispeantes y el dibujo perfecto de tu sonrisa agradecida. Pero, lo maravilloso
deja de ser tal cuando la realidad te obliga a abrir los ojos. Llevo a cuestas
lo efímero del tiempo compartido a sabiendas de que ya no habrá nada igual. Podría
olvidarte, pero eso jamás será una opción.
domingo, 22 de julio de 2018
Epílogo
Voy camino hacia la nada misma. Marcho con la vista
al frente mirando lejos, aunque con los rabillos siempre atentos. A veces me distraen
árboles de troncos torcidos y ramas deformes, me recuerdan a cierta gente que
he encontrado más atrás. Otras veces atraen mi vista molinos de cabezas gachas
que ya no encontrarán más su viento y observo la misma resignación de mucha
gente que otrora creía en el impulso de las ilusiones. Y demasiadas veces las
laderas me muestran terrenos rasos, rocosos, nevados o matosos, y arenales
también, improductivos, sin alternancias, que reflejan la intrascendencia de la
mayoría. Lo bueno de los recuerdos es que reeditan los errores, las
decepciones, los dolores, las pasiones, y hasta suelen reprocharnos el tiempo
que perdimos en cada duelo; son el alimento necesario para la distracción en el
camino hacia el centro del arcoíris sin fin.
miércoles, 18 de julio de 2018
El destierro de lo divino
Todos llevamos dentro algo de perverso.
La perfección, se ha pregonado desde siempre, no admite rasgos de perversidad.
Ahora, así como a la perfección se
le asigna potestad divina, a la perversidad se la define como defecto inherente
al humano. La actitud perversa propia del hombre es una de las partes
importantes —sino la más— de esa degradación de lo perfecto. Según las sagradas
escrituras: …el hombre fue creado a
imagen y semejanza… O sea, parecido, asemejado; nunca igual. Entonces, por más que a veces nos
creamos inmaculados, intachables, honorables y definitivamente honestos o
rectos, y andemos por la vida en puntas de pie y arrugando la nariz tratando
de que las miserias no nos contagien, de que ciertas actitudes consideradas inmorales
no jueguen a la mancha con nosotros, el pensamiento perverso siempre estará porque
es parte nuestra. La única razón que explica el que como hombres habitemos este
mundo imperfecto es que nacimos como, y somos parte, de una degeneración de lo
divino, de una degradación de lo ideal.
¿No hay acaso en la búsqueda de la
verdad una mentira que se busca desterrar? Sin mentira no hay verdad. ¿No es
esto al fin y al cabo una perversidad?
martes, 10 de julio de 2018
Alientos fríos
Si existe una característica que marca a fuego
nuestro tiempo esta es la distancia.
Aunque contrario a lo que se pueda pensar la
distancia entre lugares es la que menos aleja. Hoy a través del teléfono, el
chat, o las diversas redes sociales se puede estar mano a mano, dialogar, visualizarse,
escucharse, establecer conexiones fabulosas, formar vínculos sinceros entre una
persona y otra.
El problema está en el cara a cara, en esa
distancia que no existe pero es tácitamente remota, en la ausencia de calor, en
la carencia de sentires mutuos, en la falta de diálogo entre dos personas que
pueden tocarse, sentir sus alientos pero que evitan mirarse a los ojos porque
no saben qué decirse.
El mundo al revés
Las ilusiones nacen, dan vida a través de sus
latidos, luego lentamente van perdiendo color hasta difuminarse. Renacen con
otra imagen, permanecen y desaparecen. Ese es su proceso, difícilmente se
realizan.
En el transcurrir de la vida y en ese deseo
implícito de encontrar nuestra finalidad, existe una contradicción bien
marcada: a medida que se avanza en edad se gana en experiencia, en manías, en
suspicacias, en vivezas, en atrevimientos, a la vez que se pierde en inocencia.
Ahora, ¿no es acaso ese estado de inocencia que hemos vivido el que
identificamos como más cercano a la felicidad y que tantos recuerdos gratos nos
trae?
La preocupación de nuestros días está puesta en la
búsqueda de la felicidad aunque no en tratar de ser felices durante su búsqueda.
Todo parece ser una ironía que deja de ser
ironía y es realidad cuando nos ha pasado por encima el pesado tren de la vida
y ya no hay vuelta atrás.
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