jueves, 11 de enero de 2018

Una noche oscura

Sí, tan sólo una noche oscura quisiera se me brinde, una larga noche que fuera tan oscura que no tendría la necesidad de abrir los ojos, pues de nada serviría. Una noche oscura para caminar sin ver, para saber qué se siente al depender exclusivamente de los demás sentidos, para conocer el riesgo, para llenarme de temblores, para embriagarme de adrenalina, para extraviar tu silueta entre la inmensidad de las sombras. Una noche oscura para buscarte entre la multitud irreconocible de las cosas con la única guía del perfume de tu cuerpo, para cansarme de rastrearte aunque sin desesperar debido a la certeza dada por la atracción que nos imanta. Y al encontrarte, otra noche oscura y larga quisiera se me brinde para recorrer con la yema de mis dedos esas curvas conocidas sin temor alguno a que me alcance el influjo del hastío, para saborear con el mayor de los deleites tus labios tórridos y todos esos recovecos en los que me pierdo y que me pierden. Una noche oscura para confirmar que, aunque fuera noche o fuera día, me maree tu mirada o me perfore el alma el estigma de tu embrujo, siempre te elegiría. 

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