Despacito,
como sin querer pero con deseo, me instalo en la lozanía de tu piel. Voy
penetrando lentamente por tus poros, me deslizo con suavidad por la calma fluidez
de tu sangre y acelero sin intención alguna tus latidos. Me calcifico en tus
huesos sin prisa y sin pausa en el disimulo de mi presencia; me entrometo en
los recovecos más íntimos de tu cuerpo hasta ser parte misma de tu esencia ya
imposible de quitar.
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