El la miró apesadumbrado, haciendo equilibrio
entre la absoluta resignación y una pizca de esperanza, y con un hilo de voz lanzó
la pregunta que hacía mucho tiempo tenía apretada en el pecho:
—¿Qué puedo hacer para que me vuelvas a
querer?
—Nada de lo que haces habitualmente.
Contestó ella, sin el más mínimo
titubeo.
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