Te envidio pícaro colibrí como, en tan raudo y sostenido vuelo, violas
la privacidad de cada una de las magníficas flores que parecen estar esperándote,
con los pétalos abiertos, ofreciéndote la intimidad para que te sirvas de sus
dulces néctares. Envidio como, cual irresistible amante, tomas y dispones,
invades y extraes, succionas y fecundas todo a tu antojo. Te envidio por
hacerlo una y mil veces sin posible hastío ni remordimiento.
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