miércoles, 30 de septiembre de 2015

Soy un adicto a ellas

Son irresistibles. Me es imposible no sucumbir ante su tentación. Me susurran al oído pidiéndome desesperadas que me ocupe de ellas. Suelen venir en tropel sin consideración ni permiso, y logran que haga con ellas cuanto se proponen. Algunas son sutiles y sólo sugieren. Otras son altaneras, muy osadas, y van al frente sin pudor; soy víctima de su injuria. Las hay tímidas, recatadas, y también mosquitas muertas. Me pasa a menudo que no puedo con todas las que se me echan encima, entonces opto por aquellas que mejor satisfacen mis particulares caprichos, desestimando, muy a mi pesar, a las demás; ya quisiera yo conformar a todas. A veces aparece alguna de esas excéntricas que aún no ha pasado por mis manos y como tal me seduce y tiene preponderancia por sobre el resto. En general atiendo a unas pocas, pero cuando se presta la ocasión armamos auténticas orgías con resultados asombrosos que nos dejan a todos satisfechos. Adoro sus redondeces, sus sinuosidades, sus siluetas ante el contraste. Son una adicción incontrolable que me llevará sonriente hasta el fin pues tengo la convicción de que en vida no me libraré de ellas. Tampoco lo deseo. Amo las palabras.

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