Aunque
mi premio por atenderte como una reina sigan siendo los mendrugos que desechas,
continuaré brindándote las atenciones que te hacen ver como tal; pues siempre
preferiré esa monarca dichosa a quién se le caen migajas, a una mujer
despechada que podría terminar por descartarme a la par de un mísero mendrugo.
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