Concédame el privilegio de ocupar un
rinconcito en sus sueños de sábanas impecables y elásticos mudos. Permítame
entrar en los vastos dominios de su subconsciente y le prometo: que no me
mofaré ante rareza alguna que pudiera encontrar, y que alimentaré sus fantasías
por más inverosímiles que me parezcan. Allí no existen peros, ni pudores, ni recatos;
tampoco barreras o tabúes que disfracen su ser auténtico. Iré al encuentro de esos
sentires descontaminados de censura, de esas intenciones rebosantes de deseo y
de todos sus pensares hambrientos de libertad. Como premio a su concesión podrá
usted disponer de mi cuerpo y mi alma cada noche, y hacer lo que desee con ellos
hasta que la sorprenda el despertar de cada nuevo día.
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