viernes, 28 de agosto de 2015

Víctima

Cuando estabas convencida de que lo tenías todo bajo control. Cuando dabas por sentado que habías llegado inmune y completa a la cúspide de la parábola vital y te habías sentado en ella a disfrutar del logro muy segura de ti misma. Cuando instalada allí dejabas que transcurriera el tiempo mientras te sumergías en ese estado de sopor que te hacía pensar que eras feliz con lo poco o mucho que tenías, considerándolo suficiente. Cuando creías que no existía persona alguna sobre la tierra que te pudiera mover el tablero y hacer que se te derrumbaran las piezas que tan bien habías acomodado.
Pues justo ahí, en ese instante de relajación, apareció. Supo ser muy oportuno. Con una mirada te inmovilizó. Con una palabra encendió todas tus señales de alerta.  No pudiste siquiera levantar una mano para impedir que pronunciara la frase que apagó las luces de precaución y dio paso al verde dejándote librada a sus caprichos. Tampoco pudiste decir nada porque ya te habías derretido cuando de su seductora voz se desprendió ese imperativo que jamás creíste pudiera hacer tanta mella en tus fibras más íntimas. Entonces, y a pesar de la momentánea inmovilidad corporal, apreciaste que él era como ese rayo que te cae encima, sin permiso, sin aviso; poderoso, avasallador y aleatorio. Y que ese instante todo lo cambió y ya nada volverá a ser como era porque… porque te das cuenta de que eres una víctima de la fuerza del amor. 

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