viernes, 14 de agosto de 2015

Alma de voyeur

Desde que recuerdo me gustó observar sin ser observado. Tal vez en un principio haya sido producto de un miedo o una falta de actitud o cobardía ante los demás por el errático creer ser inferior a ellos. Pero luego pasó a ser una costumbre o un proceder estudiado puesto que ya había aprendido que de esa forma podía obtener más rédito, ganar experiencia o adquirir enseñanza en ese juego de escuchar o de ver sin participar o ser visto. Quizás lo que empezó como un inocente escabullirse para pasar inadvertido luego se transformó en una actitud netamente egoísta con el fin de sacar partido de las situaciones. Así, en los colectivos siempre viajaba en los últimos asientos, en los cines me ubicaba detrás de todos, en las pocas reuniones a las que concurría me podían encontrar en un lugar entre sombras con una pared a mi espalda. Creo que mis textos traducen parte de esa modalidad. Suelo mostrar los escenarios al detalle, narro lo indispensable para no desnudar mis intenciones, pero a la vez doy a entender demasiado a sabiendas de que nunca aclararé cuánto es verdad y cuánto invención.

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