Prefiero llenarme el alma con la mirada melancólica
de tus ojos pardos, al triste llanto por el lamento del desengaño.
Prefiero quedarme con el recuerdo de los pequeños gratos
momentos vividos, a la ilusión rota de una vida en común que pudo ser y no fue.
Prefiero recordar la halagadora suavidad de tu piel,
las prometedoras sinuosidades de tu cuerpo y mis extravíos en tus recovecos, a la
fallida adquisición de la magnificencia intangible de tu alma.
Prefiero seguir embriagado por el dulce néctar de
tus labios, a la indirecta percepción de lo platónico de tu amor.
Prefiero pensar en la
sospecha de tu presencia, antes que en la certeza de ausencia.
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