viernes, 17 de julio de 2015

Nada me sorprende

Lo más triste de estos tiempos que nos toca vivir es que ya casi no tenemos capacidad de sorpresa. Me siento vacío, dijo un personaje famoso hace un tiempo, cuando tenía (y tiene) todo servido en bandeja de plata.  No sé qué hacer, escucho decir a menudo a los chicos cuando existe una diversidad de entretenimientos a disposición jamás antes vista. Hasta los perros se aburren los domingos a la tarde, suelen murmurar los mayores cuando sobran lugares para ir a dispersar la mente ya sea en compañía o en soledad.
No creo que fuera por falta de incentivo, carencia de voluntad o ganas de hacer que no encontramos actividades que nos satisfagan plenamente. Más bien creo que estamos preparados para ser sorprendidos y por ende nos están faltando esos golpes de adrenalina, esas fuerzas movilizadoras, o ciertos incentivos extras que despierten nuestros sentidos y los disparen al máximo de su potencial.
Estamos transitando a un ritmo estabilizado y, como todo lo lineal, eso hace que le vayamos perdiendo poco a poco el sentido a la diversión, entonces cualquier cosa que hagamos nos termina dando lo mismo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario