Pensar en las mujeres es acordarse del
amor, de la pasión, de las caricias, de los abrazos, de los besos, de la
compasión, de la comprensión, de la contención, de las percepciones, de la
generosidad, de la inevitable atracción natural que nos embarga cuando estamos
ante ellas.
En resumen, pensar en las mujeres es atraer
todas esas sensaciones que ellas nos generan o nos regalan o nos hacen sentir;
ya sean estas encontradas, correspondidas o no, pero sensaciones al fin que
hacen que se nos erice la piel, que nos retumbe el pecho, que se movilice
nuestro espíritu, que se satisfagan nuestras necesidades de afecto y que
recuperemos la confianza o elevemos nuestro alicaído ego.
Por todo eso y mucho más, vaya un afectuoso
saludo a todas las incansables proveedoras de sensaciones: las mujeres.
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