Ya tu ser no recibe el eco de mis latidos,
dejó de ser inversión el tiempo conmigo.
Ya no devuelves las paredes que te tiro,
perdieron
encanto las flechas de Cupido.
Fui un día aquel hombre que soñabas
y al otro la última de tus prioridades.
Fui al inicio medicina que te calmaba,
al final el causante de todos tus males.
Así como la nitidez aportó su brillo
cuando el affaire era todo dulzura.
Al llegar el abrupto final del idilio,
nunca supe el motivo de la ruptura.
Me ha quedado clavado en el balero,
un puñado de imágenes, muy pocas,
tatuadas allí a punta de cincel y fuego,
profusión de caricias, escasez de ropas.
Amén de un par de fotografías eróticas,
de la fascinante desnudez de tu cuerpo,
fiel tributo a Venus, belleza apoteótica,
que mantendrán candente tu recuerdo,
hasta que el artero metejón se me pase.
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