Cuando todos los días tornaran a ser grises,
y sintiera que a mi vida le faltaran matices,
me aseguraré de estar muy cerca de usted,
¿quién no busca un oasis cuando muere de sed?
Cuando se sucedan los momentos sin calma,
y sienta el lacerar de mis heridas del alma,
optaré por recurrir a mi alma máter adrede,
¿acaso no se halla consuelo en lo que se cree?
Cuando ya no sepa más cómo mis penas tolerar,
y mis fantasmas resulten imposibles de ahuyentar,
invocaré a todo su séquito de buenos presagios,
¿no es para tal razón que elabora sus sortilegios?
Ahora, si piensa que todo esto es una excusa,
y no quiere cometer pecado de sentirse ilusa,
pregunto: aunque peque de profusa mi visión,
¿qué iluso le mentiría a su propia ilusión?
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