Fuimos
arrancados de cuajo del trajinar habitual para ser depositados en un limbo de
placer. Y pasamos a ser entes voluntariosos encerrados en una atmósfera repleta
de sensaciones, succionados por pasiones súbitas de pensares en suspenso. Las imágenes
de cuerpos desnudos entrelazados y gemidos ahogados que se confundían, fueron las únicas fluctuaciones que alteraron la catalepsia del estado ideal que nos
embargó. Viajamos por el túnel infinito, inventamos vericuetos imposibles, encontramos
sensibilidades nuevas, y vimos juntos la luz del final.
Luego del eterno momento,
apesadumbrados, tuvimos que volver. Ya muñidos de albedrío la única queja que podríamos
asentar en el libro de la vida es la brevedad del instante.
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