Como la furia que mal señala, dedos acusadores se yerguen,
altivos, amenazadores y recurrentes, sobre pretensiones de inocencia.
Como la duda que fácil se instala, mentes obtusas inventan
entretelones que involucran a personas rectas en el intento de dañar reputaciones.
Como la envidia que mal aconseja, se tejen supuestos sobre
pertenencias, virtudes o defectos que tal vez ni siquiera existen.
Como los devotos clérigos que bregan por transparencia en
las acciones cuando sobre diversas hipótesis descansa el mismísimo origen, hay
quienes exigen claridad hasta de aquello que no se puede —ni se desea—
constatar.
De qué culpabilidad —o inocencia— podría hacerme cargo yo cuando hasta la proyección de mi sombra tergiversa mi imagen.
De qué culpabilidad —o inocencia— podría hacerme cargo yo cuando hasta la proyección de mi sombra tergiversa mi imagen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario