Escucho reclamos ahogados que escapan por las apretadas
hendijas del reino de los silencios. El lamento lejano de un violín parece
querer arrastrarme al recuerdo de la triste sinfonía producto del interminable llanto
tras mi partida. Algo sombrío y perturbador ha borrado tu sonrisa y extinguido
el brillo de tus ojos.
Los reclamos son para mí. El lamento es por mí. La nube
que oscurece tu mirada… Esa nube soy yo. Aunque soy tan solo eso, una nube que
desaparecerá cuando vuelva el sol.
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