Admiro el estado de ánimo de los
cobradores y esa permanente predisposición que los lleva a salidas siempre
ingeniosas —característica adquirida sin duda en su trajinar diario por la
calle—. En general se los trata de manera despectiva, a veces se los hace pasar
hasta cinco veces a cobrar la misma cuenta y ellos siempre vuelven con una
sonrisa y una broma a flor de labios. Hoy pasó uno de ellos por la oficina y
cuando le fui a pagar tuve que contar tres veces la plata porque siempre la cuenta
me daba diferente. Mientras, él me miraba con una sonrisa que pretendía ser
condescendiente. Le entregué el dinero y le dije:
—Me pasa cada tanto que ando
medio pelotudo, y a veces me pasa siempre.
Celebró la broma con una carcajada, contó
la plata, me hizo saber que la cantidad era correcta, y se despidió diciéndome:
—Que tenga usted un buen día, y no se
preocupe, ya se le pasará.
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