Desde que no estás aquí, me siento
inmerso en una llamativa calma, que se me antoja rara, que me consta no atraerá
jamás una tormenta. Es una calma continua, inquebrantable, lasa, como… como
cuando algo que tenía vida de pronto ha dejado de latir para no reincidir, sin
aviso previo, sin proponérselo. Es como si fuera una eterna paz que no
encontrara nunca su incomodidad. Es la calma de la sucesión de los recuerdos
gratos, esa harto conocida intrascendencia de las cuestiones zanjadas. Es el
aburrimiento mismo, y uno de aburrimiento hasta se puede morir casi sin darse
cuenta. Necesito inseguridades. Necesito altisonancias. Necesito aconteceres
inciertos. Necesito que estés aquí, que me des calor, que me hagas sentir frío,
que me infundas valor, que liberes tu brío, que hagamos el amor, que me
mantengas vivo.
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